20 abril, 2009

Curiosidades de una tesis. El caso de Mordechai Luk.

Me ha impresionado esta historia por lo cerca que nos pilla en el tiempo (corría el año 1964), y porque, teniendo tintes de aventura de espías del más puro estilo Jamesbondiano, da una imagen mucho menos romántica, más prosaica y también más peligrosa, del susodicho oficio.

Se trata del caso de Mordechai Luk, judío israelí de origen norteafricano, que durante una de las maniobras en que participaba como soldado forzoso del estado de Israel, decidió fugarse y pedir asilo en Egipto. Allí, sospechoso de ser en realidad un espía israelí, fue encarcelado, interrogado y torturado, hasta que a cambio de su libertad aceptó trabajar para los servicios secretos egipcios. Así, el señor Luk, judío pero traidor a Israel, africano pero judío a los ojos de los egipcios, se convirtió en un espía para su majestad el rey de Egipto, consistiendo su misión en recabar datos sobre las eventuales operaciones israelíes en suelo europeo.
Hombre “elegante, vividor y mujeriego pese a tener mujer y cuatro hijos, y siempre portando gafas oscuras”, según le describen los periódicos de la época, en Italia debió de dedicarse a la dolce vita más que a trabajar, hasta el extremo de que su exiguo salario de 150 dólares mensuales no le alcanzaba para sus gastos –realidad muy desmitificadora, ciertamente, de esa figura romántica del espía sofisticado y cuasi millonario. Descontento porque sus jefes no le subían el sueldo, (y supongo que también descontentos sus jefes porque no daba un palo al agua), Luk llegó a amenazar al Secret Service con delatarles a los israelíes e informarles de sus actividades en Europa.
Decididamente, Luk se había convertido en un grano en el culo. Los mandos de la inteligencia egipcia, que por aquel entonces parece que no se andaban con chiquitas, decidieron cortar por lo sano: en mitad de Roma-la nuit, raptaron a Luk, lo drogaron y amordazaron, y lo metieron en una maleta que al día siguiente facturaron rumbo a El Cairo.
En el aeropuerto, los guardas de aduanas –se dice que alertados por judíos amigos de Luk, lo cual confirmaría el doble juego del supuesto agente egipcio-, sospecharon de ese gran baúl marcado con la inscripción “Valija diplomática”, al vislumbrar una serie de agujeros practicados en su superficie que bien podían actuar de orificios de respiración. Abrieron la maleta, y allí estaba el maltrecho espía semiinconsciente.
Envalentonado por el escándalo internacional que se extendió contra los métodos de los egipcios, Luk volvió a su patria creyendo, vaya usted a saber por qué, que sería recibido como un héroe o un mártir. Los israelíes le juzgaron por traición, y fue inmediatamente encarcelado.

Así acaba la historia del vividor que quiso jugar a ser James Bond. Pero lo más inquietante del asunto es que en declaraciones sobre el caso, fuentes relacionadas con los servicios secretos árabes afirmaron que la famosa “valija diplomática” ya había sido utilizada con anterioridad, por lo menos, en tres ocasiones.

Más inquietante todavía, por cierto, en la foto, la denuncia de Amnistía Internacional contra el tráfico de personas, hoy.

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